El diagonal de pantalla, la resolución, el diseño y, no menos importante, el precio suelen ser los criterios decisivos a la hora de comprar un monitor, pero cuando se trata de trabajo creativo, hay características aún más importantes.
Casi todo el mundo ha experimentado que los archivos se ven completamente diferentes en su propia pantalla que en un portátil o en el ordenador de un colega. O que las imágenes difieren significativamente de la visualización en el monitor, a pesar de haber simulado la impresión en modo de prueba en pantalla con el perfil ICC adecuado. La dificultad: como usuario, no sabes dónde está el error en el flujo de trabajo. ¿Es responsable el propio monitor o sus ajustes? ¿Son los ajustes de color del sistema operativo o del software de tratamiento de imágenes? ¿Es quizá la impresora la causante del problema? ¿O es la suma de varias causas?
No existe una respuesta general a esta pregunta, pero la experiencia demuestra que el monitor suele ser la principal fuente de error. Y en cualquier caso, se puede afirmar lo siguiente: sin un monitor profesional y calibrado que reproduzca los archivos de imagen sin desviaciones, no es posible trabajar con precisión cromática y el resultado es cuestión de suerte. Por este motivo, el monitor se encuentra al principio de todo flujo de trabajo de color verdadero. Pero, ¿qué hace que un monitor gráfico sea adecuado en primer lugar?